martes, 8 de septiembre de 2009

SALADEROS: el postre de la selva*


José Fabara

La primera palabra que se le vendría a la cabeza a cualquier mortal al escuchar la palabra saladero sería “sal”. Entonces, una explicación fácil para describirlos es que son lugares donde hay muchas sales. Sin embargo, su descripción va más allá. Se trata de lugares que, por diferentes eventos naturales como la erosión por el viento o el agua, la caída de un árbol o la disminución del caudal de un río, dejan expuestas diferentes capas del suelo que libre de vegetación, y con una concentración de sales minerales, da como resultado un saladero.

Los saladeros son sumamente importantes en un bosque. Están distribuidos al azar y pueden ocupar una pared de varios metros, o simplemente una piscina de lodo y agua. Uno diría: ¿Y esto qué tiene de especial? Bueno, por esta concentración de sales minerales se genera uno los eventos más hermosos que se puede apreciar en la naturaleza: cientos de loras o guacamayos azules-amarillos o rojos, tapires o venados, o monos, llegan cada mañana a los saladeros para servirse el postre, mordisquear, picotear, arañar y beber el suelo, lodo y agua. Cada día se comen pedazos enteros de arcilla (típico suelo de un bosque húmedo amazónico). Así completan su dieta en un comportamiento conocido científicamente como geofagia.

Esta costumbre se ha mantenido durante varias generaciones en diferentes especies. Tanto que los saladeros que eran paredes, y que se han mantenido activos durante varios años, ahora son cuevas de algunos metros de profundidad formadas solamente por la intensa actividad animal. Y no solamente los saladeros cambian su estructura: varios metros a su alrededor se pueden observar un sinnúmero senderos, a veces de más de 50 centímetros de profundidad que han sido utilizados una y otra vez por los animales. Imaginen un tapir correteando varias veces por el mismo sendero todos los días: el resultado son estos canales fáciles de diferenciar en el bosque.



Pero: ¿comer tierra? Puede parecer extraño pero no lo es: el consumo de suelo es común entre los vertebrados, particularmente herbívoros como tapires, venados, pecaríes y otros. Es común en primates como monos aulladores y moños araña, que a veces visitan los saladeros de tapires o lamen raíces de árboles expuestas que han acumulado sedimentos. También ha sido documentado en reptiles, insectos como mariposas, y en aves que ingieren semillas (guacamayos, loros, palomas, pavas, etc.).

Los científicos proponen varias razones para explicar por qué los animales ingieren estos suelos: para una mejor digestión; para obtener suplementos minerales; para desintoxicarse, para nivelar el pH gastrointestinal; y para protección gastrointestinal a través del estímulo en la secreción de mucosa. Muchas razones; como siempre los científicos no se ponen de acuerdo en por qué consumen estos suelos, aunque sí en que existe alguna relación entre los compuestos químicos de las plantas (toxinas que usan como defensa), la ingestión de lodos y la fisiología animal. Por eso se piensa que la principal función de la geofagia es la desintoxicación y protección gastrointestinal. En otras palabras: como muchos animales ingieren frutos u hojas que contienen elementos tóxicos, es necesario protegerse. Entonces la fauna consume suelos para contrarrestar el efecto de esas toxinas.

Sin embargo, visitar un saladero, un lugar casi sin vegetación, para ingerir esos lodos especiales, también es un riesgo. ¿Riesgo? ¿Por qué? Por ejemplo, un mono aullador debe bajar de los árboles y exponerse; entonces es completamente vulnerable a pumas, jaguares, águilas y otros carnívoros. Por eso cada animal tiene su técnica: los monos, por ejemplo, araña van en grupos de 5 a 6 individuos; todos bajan pero uno se queda a media altura observando, cuidando a los otros, y apenas escucha o ve alguna amenaza, hace su llamada de alarma. Las aves, en cambio, por lo general visitan los saladeros en días claros y soleados, ya que sus depredadores –águilas, halcones, entre otros- generarán sombras visibles que les advertirán de su presencia.



Los saladeros además son lugares importantes para las comunidades que viven en la Amazonía. Son lugares respetados pues ahí se puede cazar venados, tapires, sahinos, etcétera, o capturar mascotas. Como son lugares difíciles de ubicar, es complicado saber la cantidad de saladeros que hay en un bosque. Además, uno puede permanecer activo por un tiempo, pero cuando empieza a crecer vegetación, que no permite un acceso rápido y fácil (de aves por ejemplo), empieza a ser abandonado, sin que ello lo inutilice para el futuro.

Como dice la gente: la naturaleza es sabia. Cientos de animales morirían intoxicados luego de alimentarse de hojas o frutos tóxicos. Sin embargo existen estos lugares que proveen una forma de neutralizar esas toxinas. Así que la próxima vez que estemos andando por el bosque estemos muy alertas porque podemos estar cerca de un saladero y tal vez podamos ver cientos de loras o un tapir y su cría comiendo el postre de la selva.

Agradecimientos: Las fotografías fueron utilizadas gracias al Dr. John Blake y el proyecto “Diversidad y abundancia de mamíferos y aves grandes en un bosque primario de tierras bajas en Ecuador” que cuenta con el apoyo de la National Geographic Society, la Universidad San Francisco de Quito, la Estación de Biodiversidad Tiputini y la Universidad de Missouri-St. Louis. Agradezco también a Diego Mosquera.

* publicado por la Revista Terra Incógnita, dic. 2007

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